Cómo la tecnología está empoderando a este sello mexicano para reinventar la edición infantil
DreamsArt es un sello editorial que desarrolla y comercializa libros de pasatiempos, informativos y de actividades infantiles y cuyo objetivo es alcanzar la más alta calidad en acabados y contenidos. Así es como lo está consiguiendo

Desde México, DreamsArt se ha consolidado como un sello dedicado a los libros infantiles, de actividades y pasatiempos, que busca combinar calidad editorial, accesibilidad y aprendizaje. En un sector que vive una transformación acelerada, la editorial ha encontrado en las nuevas tecnologías una aliada para optimizar procesos sin perder el criterio humano que define su oficio. En esta conversación con su equipo editorial, Dreamsart reflexiona sobre los retos de planificar, producir y editar en medio de un “tornado de actividades”, y sobre cómo la tecnología puede fortalecer —y no sustituir— la mirada del editor.
P. ¿Cómo describiríais DreamsArt para alguien que no lo conoce y cuál es su línea editorial?
R. Somos un sello editorial mexicano que desarrolla y comercializa libros de pasatiempos, informativos, para colorear, de actividades y de literatura infantil, con la más alta calidad en acabados, y contenidos que fomentan el entretenimiento, aprendizaje y lectura accesibles para todos los bolsillos.
P. ¿Cuál es el principal reto de Dreams Art en el corto y medio plazo?
R. Tener una planeación editorial adecuada y eficiente que permita cumplir con las entregas de los libros y bolsas, adecuar o actualizar los procesos para que se puedan implementar en cada una de las áreas y ser referente en libros de pasatiempos y literatura infantil en México.
P. ¿Creéis que se está produciendo esta transformación tan rápida en el sector editorial?
R. La introducción de la tecnología nos está obligando a transformarnos. Nos encontramos realmente ante un tornado de actividades; como muchas editoras, tenemos que hacer mucho trabajo en poco tiempo, y en ese sentido, Alighieria nos ha ayudado muchísimo con las traducciones. Antes el proceso era muy lento: una pensaba “bueno, son libros sencillos, puedo hacerlo frase por frase”, o usábamos herramientas gratuitas de internet, pero la diferencia es enorme. La verdad es que apoyo totalmente que sigamos usando la plataforma. Es impresionante la velocidad con la que ahora podemos trabajar. Y aun así, el texto que genera la herramienta necesita siempre la mirada del editor. Ese toque final sigue siendo esencial.
P. ¿Cómo perciben la conversación en el sector editorial sobre estas transformaciones? Cuando hablan con otras editoras, ¿qué temperatura sentís? ¿Cómo lo viven ustedes, teniendo además una trayectoria tan amplia?
R. Tengo contacto con personas que dirigen equipos editoriales en grandes empresas, y también en otras más pequeñas. En las reuniones, incluso fuera del ámbito laboral, en conversaciones más de amistad, los editores coincidimos en que estamos viviendo un cambio profundo, muy vertiginoso. Yo pertenezco a una generación más antigua de editores, y lo veo con claridad: hay una transformación de fondo. Uno de los grandes conflictos, personales y profesionales, es el temor a que estas tecnologías desplacen a los profesionales del libro: traductores, editores, correctores de estilo, lectores de pruebas... toda esa estructura que ha sostenido históricamente a las editoriales.
Por eso, creo que la resistencia de algunos editores tiene mucho que ver con ese miedo. Pero, al mismo tiempo, también es innegable que vivimos un momento de transformaciones aceleradas. Estamos recibiendo un bombardeo constante de nuevas herramientas de inteligencia artificial. Yo misma a veces me siento abrumada por tanta información. En esos casos, prefiero orientarme con especialistas —como vosotros— que puedan recomendarme una herramienta que realmente funcione para mi día a día.
P. ¿Cómo lo estáis viviendo concretamente con Alighieria?
R. La velocidad con la que se puede ejecutar tareas es impresionante. Ninguna otra herramienta nos había dado hasta ahora ese nivel de eficiencia.
Por otra parte, el tema principal en mis conversaciones con otros editores y editoras suele ser hasta qué punto se puede sustituir el toque humano. Me refiero, por ejemplo, a captar una broma, un matiz regional o una referencia cultural. En los libros en inglés es muy común encontrar alusiones o frases propias de Estados Unidos, y eso solo puede identificarlo el ojo de un editor para adaptarlo o neutralizarlo al público objetivo. Una referencia estadounidense puede no tener sentido en México, España o cualquier otro país de Latinoamérica.
Todo eso demuestra que hay una parte que no se puede sustituir: el criterio humano para adaptar y contextualizar los textos.