¿Lo leo o no? Todo lo que tienes que saber antes de leer 'La península de las casas vacías', de David Uclés

Una guía para lectores que están valorando el bestseller

¿Lo leo o no? Todo lo que tienes que saber antes de leer 'La península de las casas vacías', de David Uclés

1. Resumen extendido

La península de las casas vacías narra la historia de la familia Ardolento y su pueblo ficticio, Jándula (basado en Quesada, Jaén), durante la Guerra Civil Española (1936-1939). La novela se caracteriza por una mezcla de crudo realismo histórico y elementos de realismo mágico, y está estructurada en un prólogo, cuatro partes principales (Simiente, Leño, Ascua, Ceniza), un interludio y un epílogo.

Prólogo: Se sitúa en el Altiplano de Glières, Francia, en marzo de 1944. Un miliciano andaluz, atormentado por pesadillas de la guerra, pide a sus compañeros que, si muere, graben en su tumba el nombre de su padre, Odisto Ardolento, para honrarlo, ya que su cuerpo nunca fue encontrado. El miliciano muere al día siguiente en un ataque nazi. Con él desaparece el apellido Ardolento, cuya familia, de unos cuarenta miembros en 1936, se extingue en tres años. El prólogo establece el tono trágico y el tema de la desaparición y la memoria.

Primera parte / Simiente / 1936: La narración se traslada a Jándula en la primavera de 1936. Odisto Ardolento y su esposa María esperan a su octavo hijo. Se describen las supersticiones y costumbres locales en torno a los partos, como la prohibición de que los hombres presencien el alumbramiento. Odisto, mientras espera, observa fenómenos mágicos en su huerta, como ciruelas que albergan luciérnagas. Se presenta a la familia: Odisto, María, sus siete hijos (José, Ángeles, Pablito, Martina, Gonzalo, Josito el ciego, y Mariángeles), la yaya Pura (madre de María) y Ángel (hermano viudo de Odisto que vive en las raíces de una higuera). El hijo esperado, Ricardo, nace muerto y es llevado al pozo de San Vicente, una mina profunda, siguiendo la tradición local para los no bautizados. La familia se enluta, pintando la casa y los árboles de negro con la ayuda de Juan el Dedoso. El narrador intercala un capítulo sobre el exilio de Alfonso XIII y la proclamación de la Segunda República, la «Niña Bonita», destacando la polarización política y el descontento conservador que preludian la guerra. El luto de la familia Ardolento termina con las lluvias de principios de verano. Se describe la vida laboriosa en la fértil huerta de Odisto, herencia de su padre Jorge. La última celebración religiosa antes de la guerra es el Corpus Christi, donde una familia es «abducida» tras alcanzar la cima de un monte. Se introduce a Eva, hermana de María y agorera del pueblo, que predice eventos sin que nadie la escuche. Una madrugada de julio, la familia se dirige a recoger garbanzos. El cielo absorbe toda el agua de la comarca, y María, que padecía obesidad por retención de líquidos, adelgaza milagrosamente. Una tormenta torrencial sorprende a la familia en el camino; se encuentran con Fabricio el Huesarrón, un mensajero del golpe de Estado cuyo cuerpo se erosiona por la lluvia. La familia se refugia en una cueva y, por petición de Odisto a Dios, caen en una hibernación que dura veintiocho días, el tiempo que dura el diluvio (aunque oficialmente el calendario se detiene y solo registra unas horas de lluvia). María, ya delgada, intenta visitar a su padre Manolo, que vive en el cementerio por hipocondría, pero la lluvia se lo impide. Sus sobrinas, Antonia y Manola, despiertan de la hibernación y parten en busca de ayuda; Antonia muere arrastrada por un torrente. Manola es rescatada por Ángel y avisa de la ubicación de la familia. Los guardabosques rescatan a los Ardolento, que son recibidos con júbilo en Jándula. El pueblo celebra el fin de las lluvias con matanzas de cerdos. Durante la celebración, Gonzalo, hijo de Odisto con hiperacusia, huye del ruido y llega al cementerio, donde su abuelo Manolo lo encuentra. Manolo decide llevarlo de vuelta al pueblo, rompiendo su autoimpuesto encierro. Esa noche, una oscuridad total envuelve Jándula; Manolo explica que la bóveda celeste se ha roto, un presagio de guerra. María muere atragantada con un huesecillo de conejo mientras Odisto está a su lado. Al mismo tiempo, la iglesia del pueblo arde, incendiada por Víctor, sobrino con discapacidad intelectual de Odisto.

Segunda parte / Leño / 1936: La mañana siguiente al incendio y a la muerte de María, Jándula amanece cubierta de ceniza, proveniente de una sima volcánica que se ha abierto en el centro geográfico de la península. Se prepara el velatorio de María. El pueblo acompaña el féretro. Durante la procesión, una lluvia de garbanzos cae del cielo. El cura, don Robustiano, oficia una misa improvisada bajo un espino blanco. Una niña, Alhelí, se ahoga en un riachuelo al intentar salvar su caballo de cartón, y su cuerpo se deshace. El pánico cunde cuando los vecinos ven crecer acelgas a gran velocidad, señal inequívoca del inicio de la guerra. Solo Odisto, su hermano Felipe y los padres de María, Manolo y Pura, continúan hasta el cementerio para enterrarla. Manolo y Pura deciden quedarse a vivir en el camposanto, petrificándose narrativamente. El pueblo se encierra en sus casas. Odisto y otros padres de familia se reúnen en secreto para consultar el «ojo del mar», un pozo que trae sonidos de la costa, y se enteran del puente aéreo de Franco con las tropas de África. La radio del pueblo, finalmente reparada, emite la sanguinaria arenga de Queipo de Llano. El alcalde ordena cubrir la antena con todos los espejos del pueblo para bloquear futuras transmisiones. Se narran los primeros horrores de la guerra en Extremadura, culminando con la masacre de Badajoz, donde Paulo, hijo de Odisto, participa. Se describe la matanza en la Cárcel Modelo de Madrid como respuesta. La familia Ardolento se dedica a la recogida de la aceituna. Víctor, el sobrino, sufre un accidente y queda en estado vegetativo; sus padres, Felipe y Crisanta, deciden aplicarle la eutanasia mediante el rito de los ocho braseros y mueren de pena poco después. Ángel, hermano de Odisto, parte a Toledo para intentar rescatar a su suegro del asedio del Alcázar, llevando tierra de su huerta para no pisar suelo ajeno; muere en el intento. Odisto, desolado por las pérdidas, se entera de que su hijo José se ha alistado con las milicias republicanas y partirá a Madrid. La noche antes de la partida de José, Odisto se despide de Fuensanta en un viejo horno abandonado. Al partir de Jándula, cruza un túnel que altera el tiempo. José y su amigo Jacobo llegan a Madrid, una ciudad marcada por los bombardeos y la resistencia. Trabajan en la Biblioteca Nacional evacuando libros. Se encuentran con los fotógrafos Gerda Taro y Robert Capa. Celebran la Nochevieja de 1936 en el Hotel Florida, donde presencian un bombardeo sobre la Puerta del Sol. El volcán del centro de la península, lleno a la mitad con la sangre derramada, expulsa una gran fumarola. Se narran tres «ríos de sangre» que alimentan el volcán: el asesinato de Federico García Lorca, la matanza de Paracuellos y la muerte de Miguel de Unamuno.

Interludio. La región vecina: El narrador explica la unión ficticia de Portugal y España como Iberia, ocurrida tras el regicidio en Lisboa y la proclamación de la Primera República Portuguesa. Portugal, ahora Lusitania, mantiene autonomía política y lingüística, y aunque tiene su propia dictadura con Salazar, apoya a Franco en la Guerra Civil.

Tercera parte / Ascua / 1937: Paulo participa en la batalla del Jarama. Se describe la crudeza del combate y la trampa de la mula Rigoberta. Odisto, al salir del túnel, descubre que han pasado meses y está en febrero de 1937. Se encuentra con Gervasio, un hombre con «lengua geográfica» que predice bombardeos. Odisto intenta avisar a Albacete de un ataque, sin éxito. El hambre azota Jándula; se describen las penurias y los ingeniosos (y a veces macabros) métodos de supervivencia. Gonzalo y Josito lanzan un candil al cielo, y el narrador les regala música. Odisto llega a Cuenca, una ciudad levantada sobre andamios por una mala interpretación de un lema franquista. Acepta trabajar recogiendo alimentos de sombra bajo la ciudad a cambio de refugio. Se describe la batalla de Guadalajara, donde José y Paulo se encuentran por primera vez en bandos opuestos. José, herido, es ayudado por su hermano, quien luego es herido por otro soldado y dado por muerto. Eva Augurio narra los movimientos de Franco y la inminente campaña del Norte. Pedro, novio de Ángeles, huye de Jándula acusado de repartir mantas infectadas con rubeola. Ángeles lo sigue y se refugian en un pajar abandonado, donde conciben un hijo (el abuelo del narrador). Martina, Gonzalo y Josito quedan al cuidado de Ángeles, que va y viene. Odisto, en Cuenca, es visitado por un matrimonio anciano que le pide ayuda para encontrar a su hijo Zoilo, supuestamente en una torca llena de cadáveres. Odisto accede a cambio de un carro. Al llegar a la torca, sufre un desmayo tras ver una foto de uno de sus propios hijos muerto. El escritor Georges Bernanos visita a una curandera en Palma. José y Jacobo se preparan para ser enviados a frentes distintos. José es destinado a la campaña del Norte. Se narra el bombardeo de Gernika y la caída del Cinturón de Hierro de Bilbao. Miles de niños vascos son evacuados en barcos. Se estima que hay un millón trescientas mil casas vacías en la península. Jacobo recibe cartas sin tinta de José. Paulo, recuperado, se infiltra en el bando republicano en la batalla de Brunete, donde roba planos y presencia la muerte accidental de Gerda Taro. Odisto despierta en una enfermería en Tarragona, donde conoce a Eric Blair (George Orwell). Se entera de que han pasado muchos meses y que la guerra ha avanzado desfavorablemente para la República. Paulo es enviado a Galiza con una misión relacionada con el Pazo de Meirás. En el camino, presencia el asesinato de una mujer republicana y conoce a dos militares que buscan a una niña santa en las Rías Baixas, a la que finalmente matan. Se celebra el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Paulo peregrina a Compostela. El narrador describe el encuentro ficticio entre Picasso y un éuscaro que le lleva restos del bombardeo de Gernika para inspirar su cuadro. José y Jacobo se reencuentran en Madrid. Jacobo es asesinado por un paco. El volcán del centro de la península, lleno de sangre, se prepara para erupcionar.

Cuarta parte / Ceniza / 1938/1939: A finales de enero de 1938, el volcán entra en erupción, cubriendo la península de ceniza y provocando una gran devastación y agrietamiento del terreno. Se describen los daños en numerosos monumentos y paisajes de Iberia; el istmo con Francia se fractura por completo. El piloto Acher Lustro Rota se congela en el cielo sobre Teruel durante la batalla más fría de la guerra. Odisto, en la enfermería de Tarragona, sufre una herida futura en el pecho que cicatriza cuando uno de sus hijos muere (sin que él sepa cuál). Ángeles, en Jándula, también sufre la pérdida de sus hermanos y la depresión. Sus abuelos paternos, Jorge y Celia, mueren en el incendio de su casa aislada. Paulo, en el frente, también desarrolla heridas futuras en el pecho, idénticas a las de José. El narrador interviene para convencer a las Trece Rosas de adelantar su muerte y suicidarse en la batalla del Ebro como un acto simbólico, pero resulta inútil. Comienza la batalla del Ebro, la más grande y decisiva. José y Paulo participan en bandos opuestos. Se describe la dureza del combate, la tregua de la lluvia caliente y la retirada final de los republicanos. Paulo encuentra a José y, en un momento de confusión y dolor, lo mata. Odisto, recuperado parcialmente, es trasladado a un hospital en Barcelona. Pasa la Nochevieja de 1938 allí. Paulo emprende un largo viaje para llevar el cadáver de su hermano a Jándula. En el camino, presencia una procesión fúnebre por José Antonio Primo de Rivera y una lluvia de pan franquista. Ángeles y Pedro, en Jándula, se enteran de que los hermanos congelados, Josito y Gonzalo, no podrán ser descongelados hasta pasados treinta y seis años. Deciden descongelarlos en primavera, sabiendo que solo quedará agua. El 28 de marzo de 1939, Madriz (Madrid ha vendido una «d» a China) se rinde. Se describe la entrada de las tropas franquistas y el cambio de ambiente en la ciudad. Odisto parte de Barcelona en un dragaminas hacia el Levante. Presencia el éxodo y los suicidios en el puerto de Alicante. El 1 de abril de 1939, se anuncia el fin de la guerra. En Jándula, se desata la represión. El nuevo cura, Rafael (hijo de Juliana la Coneja), ordena fusilamientos masivos. La relojera del pueblo, Rosa, descubre en sus relojes mágicos las futuras muertes y se suicida. Odisto regresa a Jándula veinte días después del fin de la guerra. Se reencuentra con Ángeles (embarazada), Pedro y Pablito (Paulo ha vuelto a su nombre de infancia). Se entera de la muerte de sus otros hijos.

Epílogo: Primavera de 1940. Odisto espera el nacimiento de su nieto, Luis (el abuelo del narrador). Mientras Ángeles da a luz, Odisto pasea por la huerta. Recuerda a su familia perdida. El niño nace sano. En ese momento, unos soldados se acercan a Odisto y le dicen: «Caballero, vamos a dar un paseo», sugiriendo su detención y probable ejecución. La novela cierra con una cita de Francisco Ayala sobre la desolación y la memoria de los muertos.

A lo largo de la novela, el narrador interviene frecuentemente, reflexionando sobre la historia, la memoria, el proceso de escritura y su propia relación con los personajes y los hechos narrados. Las secciones «Eva Augurio» ofrecen predicciones y comentarios sobre eventos históricos y el destino de los personajes, rompiendo la linealidad temporal y añadiendo una capa metanarrativa. El realismo mágico se manifiesta en fenómenos inexplicables que conviven con la cruda realidad de la guerra, como la lluvia que absorbe líquidos, la hibernación de la familia, la lengua geográfica de Gervasio, las heridas futuras, el volcán de sangre, o los relojes de la relojera Rosa.

2. Análisis de personajes

Odisto Ardolento: Es el patriarca de la familia Ardolento y uno de los ejes centrales de la narración. Hombre de campo, trabajador y profundamente apegado a su tierra, Jándula. Inicialmente se muestra como un hombre tradicional, con supersticiones y un fuerte sentido familiar, aunque a veces distante emocionalmente. La guerra y las sucesivas pérdidas (su esposa María, varios de sus hijos, hermanos, nietos) lo transforman profundamente. Pasa de ser un hombre enraizado a un exiliado que recorre una Iberia devastada. Su fortaleza física y mental es notable, resistiendo penurias extremas. Su conflicto principal es la lucha por la supervivencia de su familia y la suya propia, y la confrontación con el dolor y la pérdida. Muestra una evolución hacia una mayor introspección y una comprensión más amarga de la vida. Su relación con Fuensanta sugiere una posibilidad de afecto tardío. El final abierto sobre su destino tras ser abordado por los soldados subraya la incertidumbre de la posguerra. «¡Ay, huerta mía, qué poco quiero alejarme de ti! Si pudiera, como los señoritos, hablarte con las palabras de los libros… Pero los gañanes no leemos, solo cavamos, la mayoría hasta nuestra propia tumba».

María Ardolento: Esposa de Odisto. Al inicio es descrita como obesa y afable, madre de muchos hijos. Sufre una transformación física milagrosa al inicio de la gran lluvia, adelgazando drásticamente. Este cambio, aunque inicialmente la llena de alegría, no la libra de la tragedia. Su muerte, atragantada por un huesecillo de conejo, es uno de los primeros golpes duros para la familia y ocurre en un momento de aparente calma, simbolizando la fragilidad de la vida incluso al margen del conflicto bélico directo. Representa la figura materna tradicional, el pilar del hogar, y su pérdida acelera la desintegración familiar. Su relación con Odisto es de un amor profundo aunque no siempre expresado abiertamente. «María era obesa y afable, sus rasgos no eran delicados, pero tendían a sonreír más que los de él».

José Ardolento: Hijo mayor de Odisto y María. Esbelto y espigado, cercano a la mayoría de edad al inicio de la novela. Mantiene una relación muy estrecha, con tintes homoeróticos, con su vecino y primo Jacobo. Se une a las milicias republicanas, más por lealtad a sus ideales y a Jacobo que por una profunda convicción política inicial. Su experiencia en la guerra lo endurece y lo enfrenta a dilemas morales, como el encuentro con su hermano Paulo en el bando contrario. Su arco narrativo es el del joven idealista que se enfrenta a la brutalidad del conflicto. La muerte de Jacobo lo sume en una profunda desesperación. Su destino final no queda sellado en la novela, aunque su participación en la batalla del Ebro y la posterior congelación en Madrid lo dejan en una situación vulnerable. «—¡Padre! Por favor… No quiero irme disgustado con usted. No diga esas cosas, que solo se hace mal a sí mismo».

Ángeles Ardolento: Hija mayor de Odisto y María. Desde joven asume grandes responsabilidades en la familia y en el trabajo del campo. Es fuerte y resiliente. Se enamora de Pedro, un joven huérfano. Su embarazo, que dura veintisiete meses debido a un hechizo pictórico de Zabaleta, es un elemento de realismo mágico que simboliza la esperanza y la continuidad de la vida en medio de la destrucción. Tras la muerte de su madre y la partida de su padre y hermanos mayores, se convierte en la cabeza de lo que queda de la familia, enfrentando el hambre y la pérdida de sus hermanos menores. Su evolución es la de una joven que madura prematuramente por las circunstancias, encontrando fuerza en el amor y la maternidad. «Ángeles, que por primera vez parecía haber recuperado la fuerza y el control, rechazó la oferta de Venancio».

Pablito/Pablo/Paulo Ardolento: Hijo de Odisto y María, mellizo de Ángeles (aunque nace dos días después). Inicialmente llamado Pablito, cambia su nombre a Pablo y luego a Paulo al unirse al bando nacional, reflejando su transformación ideológica y su entrada en la brutalidad de la guerra. Su curiosidad política inicial lo lleva a ser adoctrinado por un señorito del pueblo. Participa en episodios cruentos como la masacre de Badajoz y la batalla del Jarama. El encuentro con su hermano José en el frente y el posterior asesinato de este a sus manos marcan su clímax trágico y su completa ruptura moral. Su arco es uno de los más dramáticos, mostrando la deshumanización y el conflicto interno provocado por la guerra. Regresa a Jándula destrozado, cargando con el cadáver de José. «—Vengo a decirle adiós. Me voy al frente, al nacional. Deseo que este… —¿De quién es esa sangre? —Odisto le quito la camisa manchada de las manos. —De alguien que no merecía ni rifle ni tierra».

Eva: Hermana de María y tía de los hijos de Odisto. Es la agorera del pueblo, un personaje imbuido de realismo mágico. Permanece sentada en un callejón, prediciendo eventos históricos y simbólicos en secciones tituladas «Eva Augurio». Sus predicciones, aunque precisas, raramente son escuchadas o comprendidas a tiempo por los habitantes de Jándula. Representa la voz de la conciencia histórica y del destino inevitable. Al final de la guerra, es brutalmente silenciada por el nuevo régimen, simbolizando la represión de la verdad y la memoria. «Ella nunca descansaba. Era la única agorera de toda la región y su obligación era estar despierta: tenía el don de predecir el futuro».

El Narrador: Es una presencia constante y activa en la novela. No se limita a contar la historia, sino que interviene directamente, se dirige al lector, reflexiona sobre el proceso de escritura, la veracidad de los hechos, la naturaleza de la ficción y la memoria. En ocasiones, interactúa con los personajes (como con Franco o las Trece Rosas) o influye en los acontecimientos (como al poner música cuando los niños lanzan el candil). Su voz es erudita, a veces irónica, y profundamente implicada emocionalmente con la historia de la familia Ardolento, revelando al final ser descendiente de ellos. Es un personaje en sí mismo, crucial para entender la complejidad metanarrativa de la obra. «A mí, como narrador, en caso de que queráis saberlo, la verdad es que me interesa bien poco como personaje, vamos, que ni fu ni fa».

Pedro: Joven huérfano, pretendiente y luego esposo de Ángeles. Es un personaje noble, trabajador y leal. Se ve forzado a huir de Jándula y se esconde en un zulo bajo el cortijo de los Ardolento para evitar la represalia de los anarquistas. Su amor por Ángeles y el hijo que esperan representan un hilo de esperanza. Su encierro simboliza la vida clandestina y el miedo durante la guerra y la posguerra. «Pedro era consciente de que se arriesgaba a pasar años allí metido, pero no le quedaba otra».

Fuensanta: Hija del pintor Zabaleta y partera (aunque su hija Ana es la partera principal de María). Desarrolla una relación afectiva con Odisto tras la muerte de María. Es una presencia de apoyo para la familia Ardolento, especialmente para Ángeles. Representa la posibilidad de encontrar consuelo y afecto en medio de la tragedia. «Cuando conversaban sobre el paradero de Odisto, mostraba una enorme conmoción y unas lágrimas diminutas le corrían por las mejillas cada vez que lo nombraban».

Juliana la Coneja: Prima de María y vecina de los Ardolento. Acoge a los hijos de Odisto en varias ocasiones. Es una mujer nerviosa pero solidaria. Su progresiva demencia hacia el final de la novela refleja el desgaste psicológico generalizado. «Juliana era la que estaba más espabilada pese a ir ya por su tercera infusión de amapola. Sufría de los nervios y tanto crío junto la irritaba».

Otros personajes secundarios relevantes: * Josito Ardolento: Hijo ciego de Odisto, con una percepción especial del mundo. Su ceguera se invierte durante la noche de oscuridad total. Se convierte en zahorí. Muere congelado junto a Gonzalo. * Gonzalo Ardolento: Hijo de Odisto, lazarillo de Josito, sufre hiperacusia. Causa indirectamente la muerte de su primo Víctor. Muere congelado. * Martina Ardolento: Hija de Odisto, curiosa y sensible. Tras un encuentro traumático, es alcanzada por un disparo de muérdago y se vuelve invisible, una «muerte en vida». * Mariángeles Ardolento: Hija menor de Odisto. Es raptada por Alonso y Jeanne para salvarla del hambre y la guerra, siendo llevada a Francia. Muere trágicamente al caer de la «grapa» en la frontera. * Don Robustiano: Párroco de Jándula, conservador. Es asesinado por los milicianos republicanos. * Venancio: Anarquista de Jándula, violento y vengativo. Causa el exilio de Odisto. Es apresado al final de la guerra. * Francisco Franco: Personaje histórico tratado con una mezcla de realismo y sátira. Se le atribuyen acciones mágicas (la partida de ajedrez) y se muestra su crueldad y megalomanía.

3. Estilo y tono narrativo

El estilo de La península de las casas vacías es complejo y multifacético, fusionando un lenguaje elaborado y por momentos poético con la crudeza descarnada de la guerra. El narrador es predominantemente omnisciente, pero con una marcada subjetividad y una tendencia a la metalepsis, es decir, a irrumpir en la narración, dirigirse al lector e incluso interactuar con los personajes o influir en los acontecimientos. Este narrador se presenta como un «editor técnico y meticuloso», pero su voz a menudo trasciende esta autodefinición, mostrando una profunda implicación emocional con la historia que cuenta, revelándose finalmente como descendiente de la familia protagonista.

Un rasgo distintivo es la integración del realismo mágico. Fenómenos sobrenaturales o inexplicables se presentan con naturalidad dentro del contexto histórico realista: la lluvia que absorbe líquidos y adelgaza a María («María, que no había ido al garbanzo con la familia por no poder levantarse de la cama con tanta grasa corporal, se acostó pesando casi doscientos kilos y amaneció con apenas cuarenta»), la hibernación de la familia Ardolento durante el diluvio, la capacidad predictiva de Eva, la lengua geográfica de Gervasio, el volcán de sangre que emerge en el centro de Iberia, o las heridas futuras que anuncian muertes. Estos elementos no buscan el escapismo, sino que a menudo intensifican el horror, el absurdo o la dimensión mítica de los sucesos.

El lenguaje es rico y variado. Se emplean cultismos y un vocabulario preciso para describir tanto elementos de la naturaleza y la vida rural como para los horrores bélicos. Al mismo tiempo, los diálogos recogen el habla popular andaluza de la época, con sus giros y expresiones características, aportando verosimilitud y color local. Por ejemplo, en las conversaciones de las ancianas: «—¡Malena, arrímate a la acera, que te vas a caer a la carretera! —¡No me da la gana! —¡Cucha, cucha! ¡Qué voces pegas, hija!».

El tono narrativo fluctúa. Puede ser elegíaco y melancólico al tratar la pérdida y la desaparición; crudo y directo, casi periodístico, al describir masacres y batallas («La sangre brotó de la cerámica»); irónico o satírico al referirse a figuras de poder como Franco («Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo Franco Bahamonde medía uno sesenta; como era delgado y tenía la cabeza grande, además de muy redonda y medio calva, lo apodaron “el Cerillita”»); y reflexivo o filosófico en las intervenciones del narrador sobre la memoria, la historia y la condición humana.

El ritmo es generalmente ágil, impulsado por capítulos cortos y una sucesión rápida de eventos, aunque también hay pausas descriptivas o digresiones del narrador. La estructura formal, con sus cuatro partes más prólogo, interludio y epílogo, y los capítulos titulados de forma evocadora (ej. «El jabalí de color rojo», «La lluvia de garbanzos y el espino blanco», «Las lágrimas ácidas»), contribuye a organizar una materia narrativa vasta y compleja. Los saltos temporales son manejados principalmente a través de las predicciones de Eva o las intervenciones del narrador, que a veces anticipa el destino de los personajes o conecta eventos del pasado con el presente de la narración o incluso con el futuro del lector.

El uso de citas de otros autores al inicio de algunas secciones o intercaladas en el texto (Max Aub, Pío Baroja, Almudena Grandes, Vicente Aleixandre, etc.) enriquece la narración y la sitúa en un diálogo con la tradición literaria sobre la Guerra Civil y el exilio. El estilo podría compararse, por su ambición totalizadora y la mezcla de realismo y fantasía, con obras de Gabriel García Márquez (Cien años de soledad por la saga familiar y el realismo mágico) o Günter Grass (El tambor de hojalata por la perspectiva histórica y el elemento grotesco), aunque con una voz y un universo profundamente anclados en la realidad española y andaluza.

4. Estructura narrativa

La península de las casas vacías presenta una estructura narrativa compleja y ambiciosa, organizada de manera cronológica en su eje principal, pero con múltiples desvíos, anticipaciones y capas metanarrativas. El libro se divide en un Prólogo, cuatro partes principales tituladas «Simiente» (1936), «Leño» (1936), «Ascua» (1937) y «Ceniza» (1938/1939), un «Interludio» (entre la segunda y tercera parte) y un Epílogo. Esta división marca las etapas de la Guerra Civil y, en paralelo, las fases de desintegración de la familia Ardolento y la transformación del paisaje físico y humano de Jándula e Iberia.

Cada una de las cuatro partes principales está subdividida en numerosos capítulos cortos, numerados y con títulos evocadores o simbólicos que a menudo anticipan o resumen el contenido del capítulo (ej. «El luto y los huesos de cereza», «La iglesia en llamas», «El volcán vacío»). Esta fragmentación en capítulos breves contribuye a un ritmo ágil y permite al autor abarcar una gran cantidad de eventos, personajes y escenarios sin que la narración se vuelva monótona.

Una característica estructural distintiva son las secciones tituladas «Eva Augurio». Estas aparecen intercaladas a lo largo de las partes, rompiendo la linealidad de la trama principal. En ellas, el personaje de Eva, la vidente, ofrece predicciones o comentarios sobre eventos históricos contemporáneos a la acción, sucesos futuros o reflexiones sobre el destino de Iberia. Estas secciones funcionan como un contrapunto oracular y metahistórico, conectando el microcosmos de Jándula con el macrocosmos de la guerra y el destino del país. Por ejemplo, «Eva Augurio II» anuncia el asesinato de Calvo Sotelo y su impacto en el inminente golpe de Estado.

El narrador juega un papel fundamental en la estructura. Sus intervenciones directas, a veces extensas, rompen la cuarta pared y comentan sobre la propia narración, los personajes, la historia o el proceso creativo. Estas digresiones metanarrativas (ej. «A mí, como narrador, en caso de que queráis saberlo, la verdad es que me interesa bien poco como personaje...») añaden una capa de complejidad y autoconciencia a la novela. El narrador también maneja saltos temporales, anticipando el futuro de algunos personajes o explicando el origen de ciertas costumbres o elementos simbólicos.

La tensión narrativa evoluciona progresivamente. Comienza con la vida rural y las primeras señales de conflicto en «Simiente», se intensifica con el estallido de la guerra y las primeras pérdidas en «Leño», alcanza su clímax de violencia y deshumanización en «Ascua» y «Ceniza», donde las batallas se recrudecen y la familia Ardolento se desintegra casi por completo. La erupción del volcán de sangre en el centro de Iberia funciona como un clímax simbólico de la destrucción bélica. El epílogo ofrece un cierre agridulce, con el nacimiento de una nueva generación pero la inminente desaparición del último Ardolento adulto.

Existen estructuras repetitivas o simétricas, como los partos que abren y cierran la novela (el de Ricardo y el de Luis), o la recurrencia de ciertos símbolos y presagios. La alternancia entre la historia de la familia Ardolento y los grandes eventos históricos de la Guerra Civil es constante, tejiendo lo íntimo con lo colectivo. Aunque la perspectiva principal es la de un narrador omnisciente, a veces se focaliza en personajes específicos, permitiendo al lector acceder a sus pensamientos y emociones.

5. Escenas memorables o significativas

1. La muerte de Ricardo y el ritual del Pozo de San Vicente (Capítulo 4): Tras el nacimiento sin vida de Ricardo, el octavo hijo de Odisto y María, su cuerpo es llevado al Pozo de San Vicente, una profunda mina. Este ritual refleja la dureza de las tradiciones y la aceptación de la muerte infantil. «Todos los niños muertos al nacer debían acabar en un mismo lugar: el pozo de San Vicente. Excavado a unos caminos de Linares, era la mina más profunda de Iberia». Contexto: Este pasaje establece la crudeza de la vida y la muerte en Jándula, y la resignación ante las costumbres ancestrales, incluso las más dolorosas.

2. La transformación de María por la absorción del cielo (Capítulo 10): Antes de una gran tormenta, el cielo absorbe los líquidos de la tierra, y María, que era obesa por retención de líquidos, adelgaza milagrosamente en una noche. «María, que no había ido al garbanzo con la familia por no poder levantarse de la cama con tanta grasa corporal, se acostó pesando casi doscientos kilos y amaneció con apenas cuarenta». Contexto: Un ejemplo claro del realismo mágico de la novela, donde un evento natural extraordinario tiene consecuencias directas y transformadoras en un personaje.

3. La partida de ajedrez de Franco (Capítulo 29): Franco, en Tenerife antes del golpe, planea la eliminación de sus rivales dentro del bando nacional mediante una partida de ajedrez simbólica, cuyas jugadas se corresponden con la muerte o neutralización de generales como Goded, Fanjul, Mola, Sanjurjo y Primo de Rivera. «Una vez colocadas las piezas en su posición inicial, arrancó una hoja del bloc y anotó los movimientos que llevaba meses tramando, aquellos que le concederían la victoria. Se imaginó una partida entre fascistas y revolucionarios». Contexto: Esta escena retrata la astucia estratégica y la crueldad de Franco, utilizando una metáfora potente para describir sus maquinaciones políticas y militares.

4. El encuentro de José y Paulo en el frente de Guadalajara (Capítulo 66): Los hermanos Ardolento, José (republicano) y Paulo (nacional), se encuentran cara a cara en el campo de batalla, apuntándose mutuamente con sus fusiles. «Los hermanos se reconocen. Uno de pie, vestido de caqui. El otro en el suelo, de azul. Ni Dios ni yo sabemos el tiempo que se quedaron observándose. Quietos». Contexto: Momento de máxima tensión dramática que encapsula la tragedia de la guerra civil, el enfrentamiento fratricida.

5. La erupción del volcán de sangre (Capítulo 91): Tras acumular la sangre derramada durante la guerra, un volcán surgido en el centro de Iberia entra en erupción, devastando la península. «A finales de aquel mes de enero, el volcán entró en erupción con una furia inaudita. La enorme nube de humo dio paso a los primeros ríos nerviosos de sangre ardiente. Todo combustionó al paso de aquella lava sanguínea». Contexto: Un clímax simbólico que representa la catarsis de la violencia acumulada y la destrucción total que la guerra inflige al país.

6. El asesinato de José por su hermano Paulo (Capítulo 90): En la batalla del Ebro, Paulo, atormentado y confundido, mata a su hermano José. «Paulo cerró con todas sus fuerzas los ojos, clavándose las pestañas en los párpados. Gritó, se desgarró la garganta, miró al cielo sin ver nada por las lágrimas y apretó el gatillo. Lanzó solo una bala, que atravesó el corazón de su hermano y lo dejó al instante sin vida». Contexto: El punto culminante de la tragedia familiar y la deshumanización causada por la guerra, donde los lazos de sangre se rompen de la forma más brutal.

7. La despedida de Odisto y Fuensanta en el horno (Capítulo 57): Antes de que Odisto parta al exilio, pasa una noche con Fuensanta en un horno abandonado, un momento de ternura y conexión en medio de la desolación. «No hicieron el amor, solo se dieron algunos besos. Ni siquiera hubo mucho roce. Hubo cariño. La pareja no tuvo tiempo de descubrir el amor, ni el carnal ni el del corazón». Contexto: Una escena que muestra la búsqueda de afecto y consuelo humano en circunstancias extremas, y la fragilidad de las relaciones en tiempos de guerra.

8. El regreso de Odisto a Jándula y el espejo (Capítulo 120): Al final de la guerra, Odisto regresa a Jándula y se reencuentra con los pocos supervivientes de su familia. Al mirar un espejo roto, ve reflejada la huerta y la familia como eran antes de la guerra. «vio que la huerta reflejada en el espejo era distinta a la que se había encontrado: seguía mostrando un día igual de soleado, pero el cortijo lucía más blanco y limpio, los yerbajos no habían crecido aún y los familiares no eran cuatro, sino una veintena». Contexto: Un momento de realismo mágico que subraya el peso de la memoria y la imposibilidad de recuperar el pasado perdido, ofreciendo una visión agridulce de la persistencia del recuerdo.

6. Citas destacadas

1. «He aquí pues la historia de la descomposición total de una familia, de la deshumanización de un pueblo, de la desintegración de un territorio y de una península de casas vacías». Explicación: Frase del prólogo que resume la tesis central y el alcance de la novela, anunciando la tragedia a múltiples niveles.

2. «En Iberia, país al que pertenecía Jándula, con voluntad, paciencia y algo de fe, en ocasiones la lógica se invertía al capricho de sus habitantes». Explicación: Introduce el elemento de realismo mágico y la particularidad del entorno donde se desarrolla la historia, sugiriendo que las leyes convencionales no siempre aplican.

3. «Los de Odisto no eran de derechas ni de izquierdas, eran del árbol que más sombra les daba». Explicación: Describe el pragmatismo apolítico de la familia campesina, común en muchas zonas rurales, cuya principal preocupación era la supervivencia y no las ideologías abstractas.

4. «Quizás era una utopía querer implantar una democracia tan avanzada en una península que no estaba preparada para ello». Explicación: Reflexión del narrador sobre las dificultades de la Segunda República, apuntando a una de las posibles causas de su fracaso y del estallido de la guerra.

5. «El tiempo es trasparente y solo toma forma y color cuando es pasao o perdio». (Carta de Odisto) Explicación: Una reflexión melancólica sobre la percepción del tiempo y la importancia de los momentos vividos una vez que se han ido, especialmente relevante en el contexto de pérdida de la novela.

6. «En esta vida uno no ha de hacer caso ni a Dios ni al narrador, por muy cristiano que sea». (Mercè Rodoreda, personaje en el Congreso de Escritores) Explicación: Frase metanarrativa que cuestiona la autoridad, incluso la del propio narrador de la historia, reflejando la complejidad de la verdad y la interpretación.

7. «Lo más peligroso de una guerra muchas veces no es la lucha armada contra el enemigo político, sino el ajuste de cuentas con los que te rodean». (El Escobas) Explicación: Una observación certera sobre la naturaleza de las guerras civiles, donde las venganzas personales y las rencillas locales exacerban la violencia.

8. «La guerra había acabado. Necesitaba abrazar a su hermano y fundirse en él. Lo que viniera después poco le importaba; ambos habían aprendido a no hacer planes». (Sobre José, tras matar Paulo a Jacobo) Explicación: No es esta cita, es sobre José tras la muerte de Jacobo. La cita correcta sería del capítulo 90, cuando José llora a Jacobo: «¿Qué le quedaba sin él a su lado, si todo, incluso la idea de participar en aquella guerra, lo había hecho para poder disfrutar más y mejor de su compañía?». Refleja la profunda desolación y la pérdida de propósito tras la muerte de un ser amado en la guerra.

9. «En la eternidad, una se queda con el cuerpo con el que será recordada, y a mí me recordarán de vieja. Pero también fui niña, ¿sabe?». (Ana María Matute, personaje en el Congreso de Escritores) Explicación: Reflexión sobre la memoria, la imagen póstuma y la complejidad de la identidad a lo largo del tiempo, pronunciada por un personaje anacrónico.

10. «Un hermano no te apunta con el fusil». (Cristino a José, tras el encuentro con Paulo en Guadalajara) Explicación: Frase lapidaria que resume la traición y la ruptura de los lazos más fundamentales que impone la guerra civil.

11. «El hambre hacía estragos en todos los janduleses». Explicación: Constatación simple pero poderosa de una de las consecuencias más directas y universales de la guerra, que afecta a la vida cotidiana de la población civil.

12. «La historia, por lo visto, no tenía hueco para ellas». (Sobre las pintoras vanguardistas en Madrid) Explicación: Comentario sobre la invisibilización de las mujeres artistas en la historia, un tema secundario pero significativo abordado en la novela.

13. «Si uno no hacía de tripas corazón, se quedaba estancado, muerto en vida ante el fugaz decurso de los años». (Sobre Odisto y su relación con Fuensanta) Explicación: Reflexión sobre la necesidad de seguir adelante y encontrar consuelo incluso en medio de la mayor desolación, para no sucumbir al dolor.

14. «En la guerra, raro es el hombre que no se siente solo y llora, que no se siente herido y llora, que no ve la muerte venir y, acongojado, llora; por mucho que el cine y la literatura nos muestren hombría y poca lágrima». Explicación: El narrador desmitifica la imagen heroica y estoica del soldado, mostrando la vulnerabilidad y el sufrimiento humano universal en el contexto bélico.

15. «La muerte necesita también hacer uso de la política y hoy utiliza a Franco como marioneta, aunque este piense que el que mueve los hilos es él, Dios mediante, y no el diablo». (Eva Augurio XIII) Explicación: Una personificación de la Muerte que la sitúa como una fuerza activa en la guerra, manipulando incluso a los líderes más poderosos, y cuestionando la justificación divina de sus actos.

16. «Su familia había dejado de existir, pero ella, encinta, era la casa de una futura familia, y como tal debía reunir fuerzas y mirar hacia el lugar desde donde soplaban los vientos, no hacia las ruinas que estos provocaron». (Sobre Ángeles) Explicación: Destaca la resiliencia y la esperanza encarnada en Ángeles y su embarazo, como símbolo de continuidad y futuro a pesar de la destrucción y la pérdida.

17. «El mundo que conocían antes del conflicto ya no existía, para bien o para mal. Tendrían que acostumbrarse al que llegaba, y a sus cuatro largas décadas». Explicación: Constata el cambio irreversible que supuso la guerra y anticipa la larga dictadura franquista, subrayando la profunda transformación de la sociedad íbera.

18. «Pintada, no vacía: pintada está mi casa del color de las grandes pasiones y desgracias». (Miguel Hernández, poema final) Explicación: Versos que cierran la novela, sugiriendo que, aunque las casas puedan estar físicamente presentes, están marcadas indeleblemente por el sufrimiento y las emociones extremas vividas, una metáfora de la memoria traumática.

19. «En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado». (Último parte de guerra) Explicación: La proclamación oficial del fin de la guerra, un momento histórico crucial que marca el inicio de una nueva y sombría etapa para Iberia.

20. «Caballero, vamos a dar un paseo». (Soldados a Odisto en el epílogo) Explicación: Frase ominosa que cierra la novela, sugiriendo la continuación de la represión y la violencia incluso después del fin oficial de la guerra, dejando el destino de Odisto en suspenso.

7. Temas y subtemas tratados

La Guerra Civil Española y sus consecuencias: Este es el tema central y omnipresente. La novela explora la guerra no solo como un conflicto bélico entre bandos ideológicos, sino como una catástrofe humana que desintegra familias, comunidades y el propio tejido social y moral de un país. Se abordan sus causas (polarización política, desigualdades sociales), su desarrollo (batallas clave, estrategias, intervención extranjera) y, sobre todo, sus devastadoras consecuencias: muerte masiva, hambre, exilio, represión, trauma individual y colectivo. La frase «Nadie ha cuidado de enseñar a los pueblos que la muerte y la guerra son mucho más fáciles que la paz y la vida» (Clara Campoamor, citada en el libro) resuena a lo largo de la narración. La guerra se presenta como una fuerza absurda y deshumanizadora que borra las identidades y pervierte los valores.

La familia y su desintegración: La historia de la familia Ardolento es el microcosmos a través del cual se refleja la tragedia nacional. El lema del prólogo, «He aquí pues la historia de la descomposición total de una familia», se cumple inexorablemente. Se exploran los lazos familiares (amor conyugal, fraternal, paterno-filial) y cómo estos son puestos a prueba y finalmente rotos por la guerra, la muerte, el exilio y las divisiones ideológicas. El enfrentamiento entre los hermanos José y Paulo en bandos opuestos es el símbolo máximo de esta desintegración.

La memoria y el olvido: La novela es un ejercicio de memoria, un intento de rescatar del olvido las historias de aquellos que sufrieron la guerra. El narrador insiste en la importancia de recordar: «Vivir no es tan importante como recordar» (María Teresa León, citada). Se denuncia la manipulación de la historia y el intento de imponer una memoria oficial por parte de los vencedores. El acto de narrar se convierte en una forma de resistencia contra el olvido y de homenaje a las víctimas. La propia estructura fragmentada y la inclusión de elementos mágicos pueden interpretarse como una forma de representar la naturaleza elusiva y traumática de la memoria.

La muerte: Es una presencia constante, desde el inicio con el fallecimiento de Ricardo hasta el ominoso final de Odisto. Se muestra en todas sus facetas: natural, accidental, ritualizada (el pozo de San Vicente), violenta (asesinatos, fusilamientos, bombardeos), autoinfligida (suicidios). La guerra banaliza la muerte, convirtiéndola en estadística, pero la novela se esfuerza por individualizar el sufrimiento y el duelo. El tema del luto y cómo las comunidades y los individuos lo procesan (o no pueden procesarlo) es recurrente.

El realismo mágico y la interpretación de la realidad: Los elementos fantásticos no son meros adornos, sino que sirven para expresar dimensiones de la realidad que el realismo puro no podría capturar: el trauma, el absurdo, la conexión profunda con la tierra y las tradiciones ancestrales, la percepción alterada por el sufrimiento. Fenómenos como la lluvia que absorbe líquidos o el volcán de sangre son metáforas poderosas de la convulsión que vive el país. «En Iberia, país al que pertenecía Jándula, con voluntad, paciencia y algo de fe, en ocasiones la lógica se invertía al capricho de sus habitantes».

La identidad: La guerra y sus secuelas provocan una crisis de identidad a nivel individual y colectivo. Los personajes ven sus nombres cambiados (Pablito a Paulo), sus roles alterados, sus lealtades divididas. La identidad nacional («Iberia») también es un tema de reflexión, especialmente en el interludio sobre la unión con Portugal. La pérdida de la tierra y el exilio conllevan una pérdida de identidad para muchos personajes.

La tierra y el mundo rural: Jándula y su huerta representan el arraigo, la conexión con la naturaleza y un modo de vida tradicional que es arrasado por la guerra. El trabajo del campo, las cosechas, los ciclos naturales, contrastan con la destrucción y el caos bélico. La pérdida de la huerta para Odisto es una de las mayores tragedias personales. «¡Ay, huerta mía, qué poco quiero alejarme de ti!».

La condición humana: La novela explora los extremos del comportamiento humano: la crueldad y la violencia más abyectas (las masacres, las torturas, las venganzas), pero también la resiliencia, la solidaridad, el amor y la búsqueda de sentido en medio del horror. Se muestran personajes capaces de actos heroicos anónimos y de una profunda compasión, así como otros consumidos por el odio y el fanatismo.

La crítica social y política: Aunque el narrador afirma no querer escribir con estilo ni dar opiniones subjetivas, la novela contiene una implícita pero contundente crítica al fascismo, a la violencia política de todos los bandos, a la hipocresía de la Iglesia y las clases dirigentes, y a la facilidad con que las ideologías pueden llevar a la deshumanización. Se denuncia la injusticia social y la manipulación de las masas. La descripción de Franco y otros líderes es a menudo satírica y demoledora.

8. Símbolos, metáforas o elementos recurrentes

Las casas vacías: El título mismo de la novela introduce un símbolo central. Las casas vacías representan la pérdida, la muerte, el exilio, la despoblación y la desintegración de las familias y comunidades. Son el testimonio mudo de la tragedia. «Una península de casas vacías» es la imagen final de un país devastado por la guerra.

El agua (lluvia, ríos, pozos, lágrimas): El agua es un elemento polivalente. La lluvia torrencial al inicio de la guerra es purificadora y transformadora (adelgaza a María), pero también destructora (muerte de Antonia). Los ríos son caminos (Manola sigue los ríos), pero también arrastran cadáveres y sangre (el río de Jándula teñido de rojo). El pozo de San Vicente es una tumba acuática. Las lágrimas de colores (rojas de amor, azules de tristeza, etc., aunque no se desarrollan mucho, se mencionan en Fuensanta) simbolizan la intensidad de las emociones.

El fuego (incendios, hogueras, volcán): El fuego simboliza la destrucción (la iglesia en llamas, los bombardeos), pero también la purificación ritual (la quema de la ropa de los difuntos) o la pasión. El volcán que erupciona sangre en el centro de Iberia es la metáfora más potente de la guerra como una catástrofe natural que consume al país, una purga violenta de la sangre derramada.

La tierra/El campo/La huerta: Representa la vida, el sustento, la identidad y el arraigo. La huerta de Odisto es su conexión más profunda con el mundo. La guerra destruye esta conexión, contamina la tierra (con sangre, con cadáveres) y la vuelve infértil. La frase «¡No te lleves, tierra mía, a otro más!» de Odisto refleja esta relación vital.

Los animales: Diversos animales aparecen con cargas simbólicas. El jabalí de color rojo que Odisto ve en momentos cruciales (nacimiento fallido de Ricardo, su partida de Jándula) funciona como un presagio o un espíritu guardián. La mula Rigoberta en la batalla del Jarama es un señuelo trágico. Las aves a menudo anuncian muerte o cambios (el pico dorsiblanco, las tórtolas de sal). Los perros ladran al unísono ante eventos importantes.

Los nombres y las chapas de identificación: En Jándula, los lugareños llevan chapas con sus nombres. Esto subraya la importancia de la identidad individual. La pérdida o cambio de nombres (Pablito a Paulo, la confusión con el apellido Ardolento/Arlodento) refleja la despersonalización y la fragmentación causadas por la guerra. La preocupación de Franco por el nombre en la tumba de su padre (Odisto Ardolento) en el prólogo establece este tema desde el inicio.

Las acelgas (y otras plantas): El crecimiento anómalo de acelgas en Jándula (o grelos en Galiza, borrajas en Aragón) es un presagio popular del inicio de la guerra. Las plantas y los frutos a menudo reflejan el estado del país o de los personajes (los frutos que se pudren, las cosechas perdidas, las flores frías de invierno).

Los espejos: Se cubren durante el velatorio de María para que el alma no quede atrapada. El alcalde los usa para bloquear la antena de radio. El espejo roto de Odisto, al final, le devuelve una imagen del pasado idealizado. Simbolizan la verdad, el reflejo de la realidad (o su distorsión) y la memoria.

Las heridas futuras: Un elemento de realismo mágico donde las heridas que causarán la muerte (o un gran dolor) aparecen en el cuerpo antes del suceso, como una premonición física. Odisto, Paulo y José las experimentan, conectando sus destinos y subrayando la inevitabilidad de la tragedia.

El color negro y el luto: El luto riguroso, con la pintura negra de casas y árboles, es una manifestación visual y social del dolor por la pérdida. El negro se asocia con la muerte, la tristeza y la opresión que se cierne sobre la península.

Los relojes y el tiempo: La detención del calendario durante la gran lluvia, los relojes parados a la hora de la muerte de María, la alteración del tiempo en el túnel que cruza Odisto, o los relojes mágicos de la relojera Rosa, simbolizan la distorsión de la percepción temporal durante la guerra, un tiempo de caos y ruptura con la normalidad.

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