Anne Carson: «La vida no es justa, pero el boxeo me enseñó que la atención salva»

Aprovechando la visita de Anne Carson a España, recuperamos esta entrevista reciente con el Louisiana Museum, donde la aclamada poeta y traductora canadiense revela cómo afronta su diagnóstico de Parkinson y por qué la duda es el verdadero origen del pensamiento

Anne Carson: «La vida no es justa, pero el boxeo me enseñó que la atención salva»

Es difícil encasillar a Anne Carson. Poeta, traductora, ensayista y profesora, la canadiense de 74 años desafía los límites entre géneros literarios con la misma naturalidad con que ahora afronta uno de sus mayores retos personales: el Parkinson que le diagnosticaron recientemente. En una entrevista realizada en el Louisiana Museum, Carson compartió reflexiones íntimas sobre su enfermedad, su proceso creativo y cómo el boxeo se ha convertido en una inesperada forma de terapia.

«Cuando fui diagnosticada con Parkinson, un síntoma particularmente mortificante para mí fue que mi caligrafía se desintegró», confesó Carson mientras leía un fragmento de su ensayo publicado en el London Review of Books. La enfermedad le ha robado el placer de escribir a mano, una actividad que había cultivado religiosamente durante décadas. «Es difícil describir o explicar la vergüenza de tener mala caligrafía», añadió con una mezcla de melancolía y resignación. Para una escritora cuyo trabajo ha explorado los matices más sutiles del lenguaje, perder el control sobre la forma física de las palabras representa una dolorosa paradoja.

Sin embargo, es precisamente en estos espacios de contradicción donde Carson encuentra su mayor inspiración. Al referirse a cómo navegamos entre la tragedia global y nuestra vida cotidiana, reflexionó: «Siempre me parece un problema cuando contemplo las noticias... cómo puedes leer una historia sobre tragedia y trauma, adentrarte en ese dolor y luego cerrar el periódico e ir a prepararte una tostada. ¿Cómo hacemos eso? ¿Cómo permitimos que la no existencia esté justo al lado de la existencia y está bien?»

Esta capacidad para yuxtaponer realidades aparentemente incompatibles se manifiesta también en su relación con el boxeo, actividad que comenzó hace apenas unos meses como terapia recomendada para el Parkinson. La experiencia ha transformado no solo su condición física sino su perspectiva sobre los demás. «Siempre he sido académica, así que básicamente soy una intelectual arrogante que piensa que es un poco mejor que todos los demás porque he leído todos estos libros. Y estas personas en la clase de boxeo no son mayoritariamente académicos o intelectuales... Podría descartarlos porque no son como yo. Y gradualmente aprendí a no hacer eso», explicó Carson, revelando cómo esta práctica le ha enseñado una forma diferente de atención.

Para Carson, la duda es el verdadero origen del pensamiento, una idea que ilustra recurriendo a Descartes: «Si miras su famosa frase, realmente dice 'dubito, ergo cogito, ergo sum'. Dudo, luego pienso, luego existo... Todo comienza en la duda». Esta revelación resuena profundamente con su obra, donde los espacios en blanco y las traducciones fragmentadas de Safo son tan importantes como las palabras conservadas. Como traductora, encuentra algo «enloquecedoramente atractivo en lo intraducible, en una palabra que se silencia en tránsito».

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La metáfora que mejor captura su visión actual de la vida surgió mientras reflexionaba sobre el envejecimiento: «Un día te despiertas y tienes 70 años. Mirando hacia adelante ves una puerta negra. Comienzas a notar que la puerta negra siempre está ahí, al borde, la mires o no. La mayoría de los momentos la contienen». Sin embargo, lejos de ser una rendición, esta conciencia de la finitud parece impulsar en Carson una determinación renovada para continuar explorando los límites del lenguaje, incluso cuando su propia escritura física se desvanece. Como ella misma escribió en su ensayo sobre el boxeo, parafraseando a Beckett: «Me esfuerzo, no gano». Una síntesis perfecta de resistencia artística frente a la inevitabilidad.