Editar contra todo: la historia de Lecturas de Arraigo
Orianna Camejo demuestra que el emprendimiento cultural no siempre busca rentabilidad, sino sentido. Así nació Lecturas de Arraigo, un sello que edita contra toda lógica.

Hay proyectos que nacen del cálculo y otros que brotan del empeño de alguien que se niega a aceptar que algo no puede hacerse. Lecturas de Arraigo, sello editorial capitaneado por la venezolana Orianna Camejo, pertenece a la segunda categoría. Su fundadora llegó a España con el sueño de aprender el oficio editorial y, casi sin darse cuenta, acabó fundando una editorial desde cero: sin inversores, sin estructura y sin promesas de rentabilidad, pero con una idea clara —publicar literatura venezolana contemporánea y abrir espacio a nuevas voces migrantes. Del emprendimiento cultural y del funcionamiento de la industria hablamos con Orianna, que no es solo un referente editorial sino también de resiliencia y visión.
P. En un post reciente en Instagram exponías que te había costado varios años conseguir 400 euros de facturación mensuales, lo cual es una realidad que no mucha gente del sector conoce, en torno a cómo viven las editoriales pequeñas. En este sentido, quería rebobinar un poco y te quería preguntar: ¿en qué momento te lías la manta a la cabeza y dices «vamos a invertir en montar una editorial», siendo además este tu segundo empleo? ¿Cómo es la decisión y cómo ha evolucionado hasta ahora?
R. Yo siempre lo digo: fue por absoluta terquedad. Vine aquí a España para aprender sobre el oficio de edición. Me inscribí en un máster de edición de libros y yo no sabía nada de cómo funcionaba el ecosistema aquí. El primer día, el director nos dice: «Nosotros tenemos un sello editorial que factura dos millones de euros al año». Y yo ahí sentada en esa sillita fue como: «¿Yo a qué vine aquí?» Porque para mí edición independiente es otra cosa… Por supuesto, Lecturas de Arraigo fue el proyecto que yo presenté en ese máster. Todos decían: «Ah, bellísimo, por amor al arte, espectacular, pero eso no te va a llevar ni a la esquina….» Y yo, por llevarles la contraria, fue que empecé a hacer todo esto.
P. ¿Cuánto tiempo has estado llevando la contraria?
R. Cinco años.
P. ¿Cuáles han sido los principales hitos del sello?
R. ‘Desde la salvajada’, de Alejandra Banca, que resquebrajó todos los mitos que existían sobre si no había suficiente público en España para la literatura venezolana. El libro salió en marzo de 2022. En abril fuimos al primer Sant Jordi, Alejandra estuvo ahí presente y nos decían: «No puedo creer que este sea su primer libro, en una editorial desconocidísima, y que se hayan vendido tantos libros en la jornada de Sant Jordi que granizó cuatro veces…» Ahí fue como: «vale, aquí hay de dónde rasgar». A los tres meses de haber publicado el libro recibimos la oferta de traducción.
P. ¿Ha cambiado de alguna forma el pitch de la editorial desde el día uno hasta hoy?
R. Me he mantenido en mis trece, porque en secreto, cuando yo pensé Lecturas de Arraigo, con el nombre, con la identidad, con todo… lo que yo me propuse fue empezar a publicar literatura venezolana contemporánea, y ya si me iba bien eventualmente me expandiría a otras experiencias migratorias. El último libro que se ha sacado, Partirse en dos, por ejemplo, podría salir un poco de esta idea de “publicamos literatura venezolana contemporánea exclusivamente”, pero es que ya ahora sí estoy ligeramente abriendo hacia nuevas posibilidades que yo pensaba que iban a venir mucho más adelante. O al menos cuando la editorial estuviese más establecida.
P. ¿Cuáles son esas otras habilidades no reconocidas del oficio editorial donde te la juegas todo?
R. Entender cómo llevar contablemente un negocio como este, que no es un negocio rentable. Realmente es difícil conseguirle el beneficio.
P. ¿Cómo te imaginas tu proyecto de sello editorial en los próximos cinco años?
R. Definitivamente profesionalizarme más en este back office, para poder estructurar todo muchísimo mejor. Hasta ahora, la editorial surgió por terquedad, pero se ha mantenido porque me ha brindado este propósito innegable, y es lo que me mantiene haciendo trabajos de hostelería, para sobrevivir, etcétera. Porque al final del día yo tengo esta base que me da propósito. Pero yo no sabía nada de emprendimiento editorial. Lo he hecho con las garras, con las uñas, con lo poco que sé.
P. ¿Qué tiene que tener un autor o una autora para que lo publiques?
R. Yo creo que definitivamente uno juzga primero la obra y sabe entender la obra antes que al autor, y ya luego comprendes también a la persona. Pero lo que necesita tener un manuscrito para que yo me pueda decidir es que la primera página me atraiga. No tiene que ser fascinante, pero esa primera página ya tiene que decir algo que a mí me guste y que a mí me pique.
P. ¿Hay algún tipo de moda o de literatura contra la cual editas?
R. Particularmente creo que la literatura venezolana está como en un bucle desde hace mucho tiempo; desde que yo estaba en la universidad, y de eso ya hace mucho. A mí lo que me gusta publicar es lo que yo creo que se sale de ese bucle. Nombres nuevos, autores nuevos, situaciones nuevas… , no estar hablando de lo mismo. Y si hablamos de los tópicos que ya han sido explorados, que al menos haya un giro de tuerca. Para eso edito.
P. Para los que no somos expertos en literatura venezolana, ¿cuál es ese bucle en el que estás?
R. Hay un crítico literario bastante conocido, que también fue profesor mío, se llama Carlos Sandoval, y é en 2012, 2013… demarcó que la literatura venezolana contemporánea en ese momento se estaba yendo por tres o dos raíces. Era: o tú simplemente estás publicando para estar en contra de la ideología que está en boga, o eres chavista y estás a favor del régimen y del proyecto cultural, o estás en contra de él. Es como: «vale, yo voy a hacer un libro sobre oposición, o voy a hacer un libro con personajes supuestamente chavistas, pero que realmente son…» Yo me quiero desmarcar de todo eso. Creo que ya estamos en un momento en el que ya la literatura naturalmente va a empezar a experimentar con otra cosa.
P. ¿Cuál sería la visión que tuviste al decir “vamos a publicar nuevas literaturas venezolanas desde España”? Y aparte: ¿tienes detectado algún tipo de lector o lectora promedio en Arraigo?
R. Lo primero no fue una decisión consciente. Simplemente terminé migrando aquí, y si vivo aquí, pues tiene que ser desde aquí. Por ejemplo, a principios de año publiqué el poemario de Paola Assad Barbarino, una poeta venezolana que vive en Nueva York, y empezaron a tocarme la puerta otro montón de artistas venezolanos que viven allá, con propuestas bilingües, que básicamente hasta podían ser 70% inglés, 30% español; y, por más que a mí me guste, y por más que yo entienda y vea la urgencia de ese escrito, no puedo publicarlo desde aquí. Este no es el mercado para eso. En cuanto al público que tiene Arraigo, cada vez me sorprende más, porque no es solo la diáspora venezolana —que igual somos un montón y cada vez somos más diversos—, sino que son los amigos de esa diáspora.
P. ¿Cuál es tu margen de maniobra en comunicación para hacer marca en una industria tan saturada?
R. Sencillamente, no hay espacio posible. Los espacios no existen, por más que lo intente. Porque, por ejemplo, para la primera compilación que he hecho de relatos migrantes, Partirse en dos —que realmente es una compilación de María Esther Alarcón Nebut—, como es un libro un poco más grande, tiene nombres conocidos, dije: «Bueno, vamos a intentarlo», y para ello contacté a un agente que me iba a ayudar justamente en la promoción del libro. Salió en junio, con la feria del libro, etcétera. Y básicamente la respuesta que yo obtuve de todas las grandes revistas —a pesar de que igual había que pagar un dinero que no tengo— era: «Vale, es que si no lo promocionamos en junio, básicamente ya no existe, porque ya no es novedad». Y yo tampoco quiero que los libros que yo edito y produzco tengan 30 días de vida. No me entra en la cabeza.
P. Dime un título —o varios— que sea 100% Arraigo y por qué.
R. A ver, creo que Arraigo no pretende tener una sola línea, y poco a poco lo he ido demostrando libro tras libro. Pero Desde la salvajada definitivamente es un libro que yo tengo que nombre, porque con él me estrené como editora y Alejandra también se estrenó como impresionante autora, y las dos crecimos mucho con eso. Y es un libro que marcó un momento de la editorial y de mi vida.
También está Dźwięk, un libro del que en la cubierta no se puede leer el nombre del libro, pero es muy interesante porque todo está dirigido hacia de lo que va la novela. Y ese tipo de experimentos y de juegos es lo que yo quiero seguir explorando. Igualmente saldrá en 2027 La tierra firme de Luis Fraga lo Curto; también es un gran experimento.
P. Considerando que tienes que tener otros trabajos —en hostelería, como has mencionado— para respaldar este proyecto, ¿cómo te organizas?
R. Este año ha sido el que me he dado cuenta de que necesito trucos, porque definitivamente este martillo hidráulico durante tanto tiempo no es sostenible en el tiempo, y algo que me he propuesto a partir de este año es justamente hacer crecer el catálogo, y eso ya implica no publicar un libro al año, sino tres, cuatro… Así que tengo que apretarme el cinturón y ponerme las alpargatas.
P. Dime algo sobre la industria editorial que la gente no se imagina y que es una realidad tuya del día a día.
R: El escandallo. Cuando tú le explicas a alguien el escandallo, y exactamente todos los porcentajes, todos los costes que tú tienes que desglosar del coste de un libro, ahí es cuando la gente entiende que un libro no es caro. Más bien, en general, la mayoría de los libros que se venden en España se venden a un precio que no corresponde con los costes de ese libro, con el coste profesional de ese libro.
Si tú no tienes distribuidor en España, realmente no vas a estar llegando a los números de venta que necesitas para que un libro al menos se pague los costes. Pero si tienes distribuidor, se queda con el 50% del valor del libro, que corresponde a lo que se lleva el distribuidor y lo que se lleva la librería. Y al final del día, nadie está ganando dinero con este negocio, a menos que esté vendiendo muchísimos libros —que eso es lo complicado—, porque también hay demasiada oferta.
Así que estamos todos tratando de subsistir nuestros proyectos, de hacer sobrevivir el proyecto tratando de vender, no sé, 600 o 1000 libros al año, que tampoco es muchísimo, pero sí lo es. Luego está el coste de corrección, que cuando se trata de estas microeditoriales todo lo asumimos nosotras: corrección, maquetación, diseño —y yo no escatimo en diseño, pues yo sí contrato a diseñadores—, pero de ahí tengo que cubrir el coste.
Al final, una editorial se queda con un euro de cada libro vendido. Así que, bueno, mira a ver si eso te permite a ti hacer números.
P. Si pudieras cambiar algo de la industria, ¿cuál crees que sería el principal movimiento que ayudaría a proyectos como Arraigo?
R: La verdad, no lo sé, porque también todo este camino, siendo migrante, ha sido bastante duro. De inicio a ti no te dicen qué fórmula o cómo debes darte de alta, o qué opciones realmente tienes que valgan la pena y que sí se rijan bajo el tipo de negocio que quieres hacer —que básicamente es no ganar dinero—. Entonces yo he sido cuatro años autónoma pagando la cuota todos los meses de mi salario de barista, porque la editorial ni siquiera generaba ese dinero, aunque luego existen asociaciones sin fines de lucro, con los cuales te puedes permitir otro tipo de estructura. Pero es que en general se desconoce mucho, sobre todo si estás empezando; se desconoce mucho sobre las herramientas que puedes tener, los canales a los que puedes asistir.