Inteligencia Artificial y corrección: en torno a las erratas invisibles que ni el ojo humano detecta
Una propuesta sobre la inteligencia artificial como «seguro editorial» frente a los errores más esquivos en los textos

La tecnología ha transformado casi todos los sectores y el mundo editorial no es una excepción. En la constante batalla contra las erratas, un nuevo aliado emerge para complementar el ojo experto del corrector humano: desde Alighieria, proponemos un enfoque novedoso que consiste en utilizar la inteligencia artificial como una última barrera de seguridad editorial frente a aquellos errores que, por su naturaleza, suelen escapar incluso a los profesionales más meticulosos.
A menudo, el trabajo de corrección ortotipográfica no deja de ser un trabajo de agudeza visual incansable. Esta afirmación, bien lejos de infravalorar la labor del corrector, reconoce una realidad ineludible, que es que existen determinados tipos de erratas que, debido a su particular naturaleza, tienden a atravesar todos los filtros convencionales, desde el autor hasta el editor.
Entre los escenarios más frecuentes donde la IA demuestra su eficacia es en la detección de inconsistencias en nombres propios poco comunes. Cuando un nombre extraño aparece varias veces en un texto y, en alguna de sus menciones, contiene un error tipográfico, la probabilidad de que un corrector humano lo detecte disminuye considerablemente. El cerebro humano, acostumbrado a procesar patrones familiares, tiende a corregir automáticamente estos errores durante la lectura, haciéndolos virtualmente invisibles.
Las notas a pie de página y las bibliografías representan otro terreno fértil para erratas persistentes. Imagínate, por ejemplo, que en las notas bibliográficas finales de un libro te encuentras mencionado un artículo académico en alemán, en cuyo título hay una palabra de 20 letras y hay un error en una letra: eso es algo que Alighieria sí ve. En estos casos, la capacidad multilingüe de la IA permite identificar anomalías que podrían pasar desapercibidas para un corrector que no domine todos los idiomas presentes en el texto.
Quizá uno de los aspectos más interesantes de esta tecnología es su capacidad para realizar verificación de datos (fact-checking) de manera simultánea a la corrección. Las fechas históricas erróneas, las citas mal atribuidas o los hechos incorrectamente relatados son errores conceptuales —no formales— que suelen permanecer intactos durante todo el proceso editorial tradicional. La IA, con su acceso a vastas bases de datos, puede alertar sobre estas inconsistencias factuales que, de otro modo, terminarían publicándose.
También las páginas de créditos y otros elementos paratextuales constituyen zonas de baja vigilancia donde los errores proliferan con mayor facilidad. Se trata de secciones que, aunque forman parte del libro en su totalidad, rara vez reciben la misma atención que el cuerpo principal del texto. La inteligencia artificial, imparcial en su escrutinio, examina estos elementos con el mismo rigor que aplica al resto del contenido.
Desde Alighieria, el enfoque planteado no pretende sustituir al corrector humano, sino complementar su trabajo. De ahí nace el concepto de «seguro editorial» que actúa cuando el texto ya ha pasado por todos los filtros tradicionales: autor, traductor, corrector y editor. A propósito, estamos plenamente convencidos de que esta sinergia entre la precisión tecnológica y la sensibilidad humana podría representar el futuro de la corrección editorial, elevando los estándares de calidad y reduciendo significativamente la persistencia de erratas en textos publicados.
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