La IA como correctora: ¿hasta qué punto la tecnología superar al ojo humano en textos editoriales?

Una solución al problema más habitual de la corrección, que es que a partir de cierto punto, el ojo 'deja de leer'

La IA como correctora: ¿hasta qué punto la tecnología superar al ojo humano en textos editoriales?

El diálogo entre inteligencia artificial y criterio humano en el sector editorial suma un nuevo capítulo que impacta en lo más profundo de la cadena donde se producen libros y publicaciones. Si la tecnología avanza a pasos agigantados en el campo de la corrección ortotipográfica, desde Alighieria apostamos por el desarrollo de herramientas que facilitan el trabajo más arduo a correctores que operan en el terreno de la filología, la edición y los servicios profesionales de la lengua.

A propósito, la fatiga visual es uno de los mayores enemigos de la corrección profesional. Está más que probado, en ese sentido, que en numerosas ocasiones un autor puede haber leído y releído y escrito y reescrito un texto, y aún así puede generar todavía erratas. ¿Por qué? Porque a partir de un cierto momento, el ojo deja de ver. Conocido en psicología cognitiva como «ceguera por familiaridad», el fenómeno es completamente universal, y es el causante de que el lector complete mentalmente palabras o frases sin detectar errores contenidos.

La ventaja competitiva de la inteligencia artificial radica precisamente en esta limitación humana. El cerebro humano tiende a completar significados basándose en el contexto, mientras que la IA analiza cada elemento de forma aislada y sistemática. En corto: la tecnología lee siempre el texto, es decir, no completa el texto, a diferencia del cerebro humano. Esta capacidad le permite procesar grandes volúmenes de texto en cuestión de minutos, revisando palabra por palabra, sílaba a sílaba, con una minuciosidad que resultaría agotadora a cualquiera.

La propuesta desarrollada no pretende sustituir el trabajo humano, sino al contrario, complementarlo, especialmente en aquellos eslabones de la cadena editorial donde los recursos son limitados. En determinados casos puede servir de ayuda, y en otros en los que, a lo mejor, una editorial pequeña o mediana no tiene todavía presupuesto para pagar a todas las partes de la cadena, puede asegurarse de que su texto salga y resulte con una calidad mucho más que adecuada. Esta visión reconoce tanto las limitaciones del sector como la necesidad de mantener estándares de calidad elevados.

La cuestión que permanece abierta es dónde termina la competencia de la máquina y dónde comienza la necesidad del juicio humano. Si bien la IA destaca en la aplicación sistemática de reglas gramaticales y ortográficas, aspectos como la coherencia global del texto, los matices estilísticos o las decisiones editoriales que responden a la intención comunicativa siguen requiriendo una sensibilidad que, por ahora, parece reservada al criterio humano. El equilibrio entre ambos enfoques podría definir el futuro de la edición profesional.

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